I
¿Son tus costas
el principio de tu belleza
o el final de tu osadía
y tus misterios acantilados
negros como tus heridas?
¿Son tus ojos azules y torpes
y se embriagan despacio,
y se enzarzan con tu pelo
buscando un lugar donde apoyarse?
Quiero pintar en tu piel,
que todos los días sean ayer
Fuimos amantes durante unos minutos…
Pero ahora sólo queda un océano entero de tiempo,
y cuando nos volvamos a mirar,
las caracolas, huecas, llenarán las playas y los sueños
y unos pocos huesos torcidos,
y unas pocas palabras aun se oirán al cerrar los ojos.
Palabras que nunca se dijeron,
palabras que no significarán nada,
oro negro que duele a la deriva.
Y cuando el vaivén del mar
me empuje lejos de tus manos
miraré el cielo
y las estrellas
me arrancarán el alma.
II
Esta vez me pienso resistir
contra las mareas que me empujan.
No suplicaré, ¡no! no me pienso doblegar.
Esta vez no iré detrás de ti.
Aceptaré esta herida que no cierra
y la dejaré sangrar.
Es doloroso dejarte libre,
pero más doloroso es aliviar
la carga de tus ojos y tu perfume,
que escuece como una sílaba árabe
viajando en el viento arenoso de tus dunas.
No habrá oasis, pero miraré firme al horizonte
y aceptaré todos los cargos que me caigan,
y el hambre será una rutina gravosa y mal llevada.
Soportaré el fuego sobre la espalda
y este yunque del sol será mi cama
y no descansaré en mi paso lento
hasta poder matar esta ansia
y enjuagar esta herida que arde
recordando tus manos
surcar mi hamada.
III
Qué forma de querer tan quebrantada,
qué mística tan ulcerante,
qué única existencia que está en fuga,
hay unos ojos que me contemplan,
y saben lo que pienso.
Hay unas luces que se vuelven cristal
y hieren con las sangre mordida del tequila,
hay barreras que son más altas que las montañas
y hieren a pájaros y abejas y otros seres
y habitan los reinos sagrados que riges,
hay huecos más hondos que el silencio
y hieren los recuerdos y los huesos que
sobresalen sobre una tierra casi yerma,
hay unos ojos que me contemplan
y hiere ver como desaparecen
en la corriente natural de la impermanencia.
Para entonces mi corazón estará brillando
en algún otro lugar.
Golan de Samos