Ojos de piedra,
que siempre miran donde deben,
ojos como martillos
que nunca se desvían al forjar la espada,
ojos como la noche, que brillan
tirados por las sirgas
de las horas que tanto yo perdía y
ahora son heridas que suplican.
Por qué no podría el pescador errático,
levantar los ojos allá, en la arboleda
o cruzar la mirada con ese pajarillo
inquieto en aquella rama torcida.
Por qué no puede el arquero,
perder las referencias
y clavar su dardo en mi pecho
y que la sangre me invada
y que la noche me pierda
y que este cauce oscuro me arrastre
hacia la morada de la locura incierta.
Que me pierda en telas que se pierden en telas,
y que algún día tenga una buena razón para levantarme
y que en este corazón de hielo no haya suficiente tierra
para enterrar nunca, tus dulces ojos de piedra.
II
de los dibujos de tu alcoba,
quiero soplar las velas que empujan tus ojos
a mirarme de frente, de cara y
Golan de Samos
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